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Anthony Hope, El prisionero de Zenda

La "novela ruritana" es un "género" literario que engloba novelas, obras teatrales y películas ambientadas en imaginarios y amables países centroeuropeos. Se trata de historias de aventuras, de capa y espada, protagonizadas por reyes y aristócratas en tiempos que podemos asimilar a la segunda mitad del XIX - la corte de Sissi - o, en todo caso, previos a la Primera Guerra Mundial. En estas cortes idílicas, preindustriales, románticas, duques, marqueses, príncipes y reyes se ven enredados en luchas palaciegas e historias de amor. Nada puede hablarnos mejor del éxito y popularidad de El prisionero de Zenda (1894) que la etiqueta "novela ruritana", pues hace referencia a Ruritania, el país, no muy lejano de Dresde, donde transcurre la acción de la novela. Parece razonable situar Ruritania en Bohemia, en una zona fronteriza entre Alemania y la República Checa. Ruritania ha dado nombre, también, a una fuente tipográfica de tipo gótico.
En el año siguiente a su publicación, El prisionero de Zenda fue llevada a la escena en Nueva York. Desde entonces las adaptaciones teatrales, radiofónicas, cinematográficas y televisivas han sido numerosas. El éxito llevo a Hope a continuar las aventuras de sus protagonistas en Rupert de Hentzau en 1898 y, antes, en 1896, aunque parece que con menos fortuna, a escribir El corazón de la princesa Osra, que podemos considerar una precuela de El prisionero de Zenda.
El protagonista, un aristócrata inglés, acude a la coronación del rey de Ruritania. Resulta que ambos guardan un tremendo parecido físico (líos de faldas de un bisabuelo común) gracias al cual los consejeros del rey le convencen de que se haga pasar por él y poder ocultar al pueblo que el rey ha sido secuestrado por su hermanastro - que aspira al trono -, mientras se resuelve el conflicto. Lo demás, a estas alturas, no nos debe sorprender, de manera que aun tiene más mérito que nos divierta como lo hace.
Tiene El prisionero de Zenda elementos que garantizan su popularidad; aventuras, ambiente aristocrático, palacios y castillos, una historia de amor, una princesa enamorada, un protagonista generoso, atractivo, valiente, un antagonista envidioso, unos malos malvados, personajes nobles, escenas de peleas y luchas de espadachines, un pueblo feliz amante de su rey, dosis de confusión, intriga y suspense, personalidades misteriosas, final feliz... Pero tiene también la capacidad de no envejecer propia de las grandes obras de la literatura universal - salvo algunos comentarios sobre las mujeres que hoy resultan rancios -. Leída más de un siglo después de su publicación esta novela resulta fresca y divertida, capaz de entretenernos sin que su lenguaje nos resulte antiguo, sus descripciones tediosas o su ritmo lento...
Sin embargo, ninguna de las demás obras de Anthony Hope (Londres, 1863 -Surrey, 1933) parece haber merecido excesivo reconocimiento. La recepción de El prisionero de Zenda ha sido amplia en España, al calor de sus versiones cinematográficas, aunque en las dos ediciones (sin fecha) anteriores a 1928 se publicó con el título de El rey sustituto. Como Rey en la tumba, también antes de 1928, se publicó Rupert de Hentzau, cuya última edición española es de 1958.

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