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Bandi, La acusación

Kim Il Sung en un mural propagandístico. Foto de Chris Ford.

Pero en este país incluso llorar está considerado un acto de sedición y podía suponer una condena a muerte. La ley exige que la gente sonría pese a sus sufrimientos y cada uno debe tragarse solo su amargura.

Un campesino perdió una cosecha de arroz y fue declarado enemigo del partido; sus hijos han sufrido siempre las consecuencias, pero también ese estigma familiar impide a su nieto de ocho años ser delegado de su clase a pesar de ser el alumno más brillante. Una mujer, de familia adicta al régimen, cierra las cortinas porque la estatua de Marx asusta a su niño de dos años; es acusada de espionaje porque cerrando las cortinas usa algún código para comunicarse con alguien. Un hombre que creyó que el futuro traería una vida mejor se desengaña en la vejez ante la miseria que le rodea. A otro al acabar el servicio militar le metieron en un camión y le llevaron al lugar donde debe vivir y trabajar el resto de su vida; cuando su madre está al borde de la muerte le niegan el permiso para viajar a verla. Una anciana vive una peripecia que le permite comprender la diferencia entre la propaganda y la realidad. El hijo de un policía que se atreve, durante el luto por la muerte del Gran Líder, a decir a su padre:

Una vida honesta sólo puede construirse en un mundo libre. en estos momentos, en los oratorios hay gente hambrienta porque no ha recibido su ración de alimentos desde hace tres meses, y pese a todo están llorando al muerto. Incluso hay una madre que llora al Gran Líder cuando su hijo acaba de morir después de que le mordiese una serpiente mientras cogía flores. ¿Crees que son sinceros? Venga, responde. ¿No te asusta esta realidad que transforma al pueblo en un puñado de comediantes capaces de disimular perfectamente su dolor?

- palabras que nos recuerdan a las de Heda Margolius Kovály que citamos en la primera entrada de este blog - es contrario al régimen y considera que todo es una representación.
Estas pequeñas historias, casi anecdóticas, forman en su conjunto un mosaico demoledor que bien merece su título; La acusación. La acusación que sostiene que el régimen norcoreano es una seta venenosa que debe ser arrancada de la tierra. Tienen estos relatos un sustrato común; la falta de libertad siquiera para emprender un viaje a pie, el desabastecimiento de alimentos y de carbón, la omnipresencia de la policía y de los representantes del partido, la imposibilidad de quejarse aunque sea de lo más nimio, la supeditación de la vida de las personas a los intereses del dictador, los campos de trabajo, el miedo, el convencimiento de que más vale huir del país en una frágil embarcación... el sustrato, en fin, común a todas las dictaduras, que tienen en la norcoreana el ejemplo de una de las más horribles.
Bandi - que significa Luciérnaga - es el seudónimo con el que se preserva la identidad de un escritor norcoreano, al parecer nacido en Hamgyeong en 1950. La acusación recoge siete relatos que este escritor consiguió que salieran del país, en su manuscrito original escrito en los años noventa, en 2013. En 2014 el libro se publicó en Corea del Sur; es la primera obra literaria de un escritor norcoreano que sigue viviendo en el país que se publica fuera de él. ¿Sabrá Bandi que su acusación se está publicando en diversos países y lenguas el mundo? Si es así, se sentirá satisfecho. A nosotros nos queda cumplir la petición que nos hace en los conmovedores versos finales de su libro; leer sus palabras. Leer sus palabras, solidarizarnos con los habitantes de Corea del Norte que tienen en la familia, como vemos en La acusación, el motivo único por el que merece la pena vivir, y desear que su país sea libre cuanto antes.
Libros del Asteroide - y Edicions del Periscopi en catalán - nos ha traído La acusación en mayo de 2017. Un libro imprescindible por su valor como documento y como denuncia - y por su carácter insólito - escrito con un estilo sencillo, realista, carente de retoricismo y digresiones. Cuando hay verdad en lo que se cuenta, sobran los adornos.

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