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Pierre Lemaitre, Tres días y una vida

Todos podemos sufrir un momento de ira. Hasta el más calmado y juicioso de nosotros puede verse arrastrado por la cólera o la locura durante un segundo. Ocurrirá entonces algo inesperado un segundo antes e increíble y vergonzante un segundo después. Si, además, la mala suerte se nos cruza en ese instante de ira, es posible que en ese segundo hagamos algo - por ejemplo, cometer un delito, un crimen - que marque con la desgracia el resto de nuestras vidas. Si, ítem más, tenemos doce años, no tendremos una visión ajustada de la vida y, en consecuencia, tampoco de lo que hemos hecho y sus consecuencias.
Eso le pasa a Antoine, un chaval, muy majo, de doce años, en los días de la navidad de 1999 en un pequeño pueblo francés. La navidad en que ese pueblo, como tantos otros de Francia y otros lugares de Europa, es asolado por el huracán Lothar. El huracán arrasa también con el crimen de Antoine y condena al muchacho a la tortura de vivir para siempre sin saber si su culpabilidad será descubierta algún día. En cuanto puede, Antoine sale del pueblo para hacer interno el bachillerato.
Todos podemos sufrir en un instante un accidente, cometer una imprudencia, dejarnos llevar por un arrebato con resultado de embarazo... Y estas cosas también nos pueden cambiar la vida para siempre.
Eso le pasa a Antoine en 2011 cuando está a punto de acabar Medicina y planea, con su novia, irse al extranjero a colaborar en algún proyecto de ayuda humanitaria. Cuanto más lejos del pueblo mejor. Pero en ese verano los acontecimientos se precipitan y se empeñan en unir su vida al pequeño pueblo de su infancia que tanto repudia.
Todos guardamos secretos y, también, desconocemos cosas sobre nosotros mismos. Mientras, otros - familiares, pero no sólo - saben, ocultan, callan y un buen día (nos) descubren cosas o secretos sobre nosotros mismos o nuestra familia que ignorábamos - niño, este señor es tu padre, yo te vi pasar por allí aquel día... - y nos permiten entender mejor el pasado o interpretarlo de otro modo.
Eso le pasa a Antoine en 2015, cuando ya piensa que puede vivir tranquilo porque nunca se desvelará su delito y, de repente, conoce circunstancias nuevas sobre aquellos días de 1999 y sobre su propia vida y su familia.
Sólo una mente inteligente y creativa puede ser original. Por eso la originalidad es uno de los valores que más debemos apreciar en un artista, en un escritor (y uno de los que más intentan soslayar los mediocres). Y en el caso de la narrativa debemos valorar la originalidad argumental muy por encima de los artificios de barroquismo formal que, en tantas ocasiones, sólo pretenden engañarnos enmascarando carencias. Es posible que Vestido de novia vaya de más a menos porque entra en una espiral de casualidades imposibles, es posible que Nos vemos allá arriba tenga sus altibajos, pero lo que es indudable es que Pierre Lemaitre posee un estilo literario propio e inconfundible y una originalidad indiscutible.
Tres días y una vida (2016; Salamandra, 2016) es una novela excelente que acredita la valía de su autor. Se vale Lemaitre, como en Nos vemos allá arriba, de un planteamiento insólito y de un narrador externo, autorial, que se aleja de la acción y de los personajes mediante sus comentarios y mediante  un estilo exquisito y culto, pero al mismo tiempo ágil y cargado de fino humor. Adopta así el narrador una perspectiva elevada sobre la historia que le permite jugar a su antojo con los personajes y permite al lector contemplar con una sonrisa acciones espantosas y personajes anímicamente torturados. Bien medida en su extensión, Tres días y una vida nos presenta la decimonónica vida de un pequeño pueblo al llegar el siglo XXI, un protagonista analizado psicológicamente, una madre silenciosa más que interesante y unos secundarios caricaturescos y divertidos.

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