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Valerio Magrelli, Adiós al fútbol

En este año en el que ganamos la Liga de los seis días. No dura más la alegría en casa del pobre. Ahora que un árbitro holandés nos ha dejado definitivamente clara la regla número 18 del fútbol; cumplido el tiempo reglamentario el árbitro no dará por finalizado el encuentro hasta que no gane el Madrid (o Brasil, que es lo mismo). Ahora que la melancólica Lisboa ha inoculado la tristeza en nuestras vidas de modo indeleble. Ahora que tenemos la certidumbre de que moriremos sin haber llegado a vivir el día más feliz de nuestras vidas, que se nos ahogó en el Tajo. Ahora que la desgracia y la crueldad han evaporado repentinamente el equipo de los mejores - Fernando Torres, Xavi Hernández, Iker Casillas, David Villa, Andrés Iniesta, Juan Mata, Sergio Busquets, Víctor Valdés, Vicente del Bosque, Luis Aragonés... - y nos ha dejado la certeza de que nunca volveremos a ver nada igual. Ahora, quizá, es buen momento para decir adiós al fútbol. Si podemos. Que será que no, pero al menos sabemos que tuvimos el privilegio de vivir lo más grande aunque ya nada volverá a ser lo mismo. Porque todo acabó en Lisboa y en nuestro maracanazo y porque el fútbol no es posible sin Xavi Hernández.
Adiós al fútbol (2010; Xordica, 2013) dice el poeta italiano Valerio Magrelli en este hermoso libro de prosa poética en el que en noventa minutos (sin tablilla de prolongación), en noventa breves textos que en raras ocasiones se extienden hasta ocupar la página - cuarenta y cinco en la primera parte y cuarenta y cinco en la segunda - se despide del fútbol, al que tanto ha amado y jugado desde pequeño, ahora que, casi cincuentón y con la rodilla renqueante no se encuentra ya en condiciones de seguir jugando. La despedida de Magrelli es más de la práctica activa que de la afición y el sentimiento. Pero también.
Magrelli, aficionado de la Roma, recuerda momentos de la historia de su club, emociones como la de aquel partido que su padre no podía seguir viendo y se fue al cuarto de baño pero a cada instante quería saber qué pasaba hasta que acabó volviendo ante el televisor, tantos partidos disputados con amigos - o con desconocidos -, a lo largo de su vida, en la calle, en un campo embarrado, en la playa, en cualquier pradera, la perplejidad de ver cómo a los niños de hoy no les gusta jugar al fútbol sino jugar al fútbol en la play, el aprendizaje ético de su hijo (minuto 10 de la primera parte) en la derrota y en la crueldad del llamado "gol de oro" :
No hay dos sin tres: la tragedia se mascaba. Llegamos así a la final de la Eurocopa. Italia remonta en el último momento y, en el descuento, todo se derrumba. Para mí fue doloroso pero normal. Mi hijo, en cambio, en la habitación del hotel, no dejaba de mirarme. ¿Y ahora qué?, me preguntaba. Ahora nada. respondí: se ha acabado. Entonces explotó en un llanto infinito: en ese instante, por primera vez en su vida, entró en contacto con lo irreparable, aunque fuera bajo la fútil apariencia del gol. Me acuerdo de esas lágrimas con un nudo en la garganta, el nudo que encontramos en las plantas, cuando un tronco se detiene, se enrosca, para después retomar su crecimiento".
Y tantos otros instantes de esa historia de amor con este deporte maravilloso que marca radicalmente nuestras vidas, de manera que sin él serían otras bien distintas y mucho más pobres. Hasta que, llegado el minuto 44 de la segunda parte, es el momento de decir adiós:
Lo admito: soy todo un forofo, a mi pesar. De pequeño, como todos mis compañeros, me sabía de memoria la alineación del Inter, hasta que elegí el equipo de mis amores. Sólo que, en cierto momento, las desilusiones fueron demasiadas, y de un día para otro decidí dejarlo. Cuando no iba al campo, para compensar, seguía de forma sistemática todas las retransmisiones televisivas. La elección se cebó drásticamente con estas costumbres de mi vida. Basta de goles, basta de páginas deportivas.
Los días se dilataron inmediatamente: desde entonces no he vuelto atrás. Sin embargo, los sábados empiezo a informarme como el que no quiere la cosa, y los domingos la selección de canales parece mucho más agitada de lo habitual. Porque, aunque no lo confiese abiertamente, quiero, quiero saber el resultado, y este resultado me captura. Es un sentimiento extraño, subliminal, que me empuja a dar vueltas por casa como un zahorí con su horquilla. Quier saber y, al mismo tiempo, no saber. Y así, después de casi cincuenta años, ese morbo lejano, continua poseyéndome, sin que yo haya encontrado ningún antídoto".
Valerio Magrelli (Roma, 1957) es un importante poeta. En los años noventa Visor publicó alguno de sus libros y, más recientemente, lo ha hecho Pre-textos.

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