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Jorge Martínez Reverte, Gálvez entre los leones

El rey Juan Carlos y Jeff Rann, propietario de Rann Safaris,
en una imagen que se hizo notoria hace un año.
En el principio estuvo Gálvez. Julio Gálvez. Del principio hace ya - ¡qué barbaridad! - veinticinco años. Fue en el curso de doctorado La novela española actual de la profesora Elena Catena, curso 1987 - 88. Empezó allí mi dedicación a la novela criminal, que desembocó en mi tesis doctoral y que he intentado mantener después. Y todo empezó con Demasiado para Gálvez (1979), que después de todos estos años sigue siendo una de las novelas más divertidas que he leído nunca. La novela nos llevó a mi querida amiga Caren Varela y a mí al Pirulí. Al despacho de Jorge Martínez Reverte (Madrid, 1948), entonces subdirector de informativos no diarios de Televisión Española. Nos atendió con exquisita amabilidad y puso a nuestra disposición con total generosidad su archivo personal de recortes y documentación publicada en prensa en relación con su obra narrativa. Le estoy eternamente agradecido y aprovecho estas líneas para decirlo.
En mi trabajo para aquel curso analizaba las tres novelas para entonces publicadas por Jorge Martínez Reverte; El mensajero (1982), que, ambientada en torno a las elecciones generales de junio de 1977, recordaba la muerte del grapo Delgado de Códex ocurrida en 1979, y las dos protagonizadas por Julio Gálvez - Demasiado para Gálvez (1979) y Gálvez en Euskadi (1983).
Jorge Martínez Reverte y Julio Gálvez estuvieron también - lo que es más importante - en el principio y el nacimiento de la novela negra española. Siguiendo el camino iniciado por Manuel Vázquez Montalbán y Pepe Carvalho - a partir de Tatuaje (1974) - a finales de los años setenta, recién llegada la democracia, algunos autores, casi todos procedentes del periodismo, comenzaron a escribir novela negra como vía que les permitía contar turbios asuntos que, aunque acreditados, no podían publicar como artículos en prensa si no querían verse en los juzgados.
Julio Gálvez es un antihéroe. Periodista porque carece de las cualidades necesarias para ser cualquier otra cosa, tiene una capacidad innata para meterse en líos, para no enterarse de que está metido en líos, para salvar la vida por los pelos, para que le dejen las mujeres, para perder los trabajos... Pero es un hombre simpático, alegre, feliz, con sentido del humor, modesto, entrañable... Sin duda hay mucho en común en las biografías de Reverte y de Gálvez, pero - Reverte siempre lo dejó claro - Gálvez no es Reverte. Gálvez es el retrato y el homenaje a una generación de periodistas progresistas que a finales de los setenta soñaban con ser Woodward y Bernstein y que pertenecieron a la generación del desencanto - resultó que la democracia no era lo que habían soñado contra Franco -.
En Demasiado para Gálvez Julio Gálvez se enfrenta a una estafa inmobiliaria, el caso Serfico, obvio correlato del caso Sofico. En las últimas líneas del libro un coche vuela por los aires en la calle Claudio Coello. Gálvez en Euskadi analiza la siempre compleja situación política del País Vasco mientras se televisa el discurso de dimisión de un presidente del gobierno. Aunque Jorge Martínez Reverte, nos dijera a Caren y a mí que Gálvez no volvería, yo especulaba en mi trabajo con la necesidad de una novela que bien podría titularse Gálvez y el cambio. Curiosa e irónicamente, en 1995 apareció Gálvez y el cambio del cambio enmarcada en la última legislatura de Felipe González. Se volvería a hacer de rogar Gálvez hasta Gálvez en la frontera (2001); esta vez abordando la cuestión de la llegada de inmigrantes en patera a través del Estrecho. Después se publicó Gudari Gálvez (2005) - ésta no le he leído - en la que Gálvez vuelve nuevamente al País Vasco. En 2010 Gálvez reapareció en forma de relato veraniego en las páginas de El País; Gálvez y el jabón.
Y ahora, hace apenas unas semanas ha aparecido la sexta aventura de nuestro intrépido periodista, Galvéz entre los leones - primer capítulo - (RBA, 2013). En esta ocasión, Gálvez, ya sesentón, consigue un trabajo que le ofrece alguien con aspecto de Consejero de Turismo de Francisco Camps. Pero este empresario pronto desaparece, perseguido por la mafia rusa. Con la ayuda de Javier Tessier, escritor especialista en viajes por África (como Javier Reverte, es decir, Javier Martínez Reverte Tessier, el hermano de Jorge), Gálvez consigue enrolarse en un viaje a Tanzania tras la pista del empresario. Resultará que ninguno de sus compañeros de viaje será quien dice ser y Gálvez acabará participando, con agentes del CNI, en una rocambolesca operación para salvar la vida de alguien que cojea, que es más que un Principe y que se encuentra de cacería - y absoluto incógnito -, en la Reserva de Selous, con su amigo Jeff. A cambio de la vida de este ilustre personaje, los mafiosos consiguen mantener sus negocios intactos y ocho milloncitos de euros.
Mantiene Gálvez entre los leones las constantes de la serie; el fresco relato en primera persona, el lenguaje vivo, el humor fino e irónico, las referencias más que evidentes a hechos y personajes reales fácilmente reconocibles, Gálvez en su estado puro de periodista de raza, la presencia de Maribel, la ex mujer de Gálvez, que al modo de una buena madre - regañinas incluidas - le da refugio, sofá y desayuno, cada vez que es necesario, el cúmulo de circunstancias que rodean y superan a Gálvez, una historia de amor sin final feliz...
Una buena novela, como todas las de Gálvez, para pasar un buen rato al mismo tiempo que se repasan asuntos de nuestro país de plena actualidad (en este caso, la cacería del rey en Botswana, los asuntos turbios de Urdangarín, el modelo de hacer política exportado desde Valencia, la estafa bancaria de las preferentes...) y se reflexiona sobre la situación y los achaques de la profesión periodística. Reverte y Gálvez son garantía de lectura agradable y diversión.

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